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Sonia Neuburger y Verónica Olivieri Pinto en Galería Crimson. 2006

Pensé en ellas dos. Imaginé sus obras juntas y me encantó. Les pedí textos y hablamos de sus obras y mate va, mate viene, la fascinación fue reemplazada por una duda tangencial: no hablan de lo mismo, pero comparten el tema de lo hallado en un hogar, pero ¿qué contraste las une y las niega al mismo tiempo?

Esta duda me caló hondo. Decidí hacer un gráfico, cuasi automático, sintético y abstracto, un cuadro sinóptico de lo que me referían ambas obras. Ubiqué dos líneas que van paralelas en cuanto a temática, situé los elementos referidos en los extremos, y se generó un trayecto, puse flechitas para indicar los procesos y la flecha de Verónica apuntaba en sentido contrario a la de Sonia: iguales direcciones, diferentes sentidos.


De cómo la casa se vuelve un templo y un monumento.
Tenemos muchas cosas en nuestras casas: cosas útiles y cosas inútiles.
La cosa funcional tiene un movimiento, la inútil se queda paralizada.
Estas genealogías de casas, utilizan el registro a modo de técnica, tanto en fotografías como en moldes de yeso, tanto en revelados como en tejidos de alambres.
Registro de lo activo y de lo pasivo.
En una almohada de cemento, Verónica adormece en el tiempo este adminículo imaginariamente confortable, construye un “mini monumento” en honor a ese cojín que se agita todas las noches con nuestras consultas.
En un rincón aparentemente olvidado, prueba de archivo de lo cotidiano, “hay objetos que se tornan inamovibles y conforman así, una especie de lugar de culto, hasta de superstición, si se quiere”. Sonia despierta con su encuadre este movimiento olvidado, imperceptible. Define sus rincones tal altares porque el hombre-archivador imprime su huella en la casa, antaño otro estampaba su mano en la piedra.

Museificación de la vida y revitalización de la misma.
Sonia vuelve una pequeña memoria en forma.
Verónica vuelve una pequeña acción en materia.
Lo cotidiano se configura promedio entre lo efímero y lo sublime.
Me fascinó la idea de aglutinar sus llamados de atención, las manías domésticas y las acciones simples que pasan desapercibidas en el día a día.
Según dice Verónica: estas obras nos vinculan con las situaciones más pequeñas, minuciosas y generalmente automáticas hasta casi instintivas de nuestras jornadas.
O según dice Sonia: revelan el extrañamiento sobre algo conocido, para intentar, talvez inútilmente, aprehenderlo, comprenderlo, transformarlo, o simplemente que quede allí, para que se convierta en un sí mismo dando a conocer sus otros sentidos, los ocultos.
En una fotografía de Sonia, una escultura te hace preguntas y se toma el atrevimiento de conjeturar de tus respuestas. Se erige cual oráculo de tus propios titubeos y la luz la circunda en escenario vivo.
En los objetos de Verónica, los miembros de la casa están poseídos por los materiales de edificación. Estampan en la primera impresión una prueba de la cimentación ruda del hogar. ¿Cómo retuerces tu frazada cada día, todas las semanas, los meses y los años de tu vida? Su construcción se acompaña, se contrapone y lucha a igual escala con esta sutil tarea, hecho casi inconsciente.
Las artistas y sus obras parlamentan, escucho la informal conferencia y soy la cebadora oficial del mate, uno para cada una, otro para mi,…¿y vos cómo lo tomas, dulce o amargo?


adriana minoliti

1 comentario:

Motora dijo...

"Museificación de la vida y revitalización de la misma.
Sonia vuelve una pequeña memoria en forma.
Verónica vuelve una pequeña acción en materia"


más contundente, imposible.
las ideas acosan constantemente que es inevitable evitarlas y entonces la invitamos mediante mates.

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